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martes, 6 de enero de 2015

Televisión cubana vs “Paquete” semanal



En el panorama sociocultural de Cuba ha aparecido un fenómeno que resuena las alarmas de los investigadores e instituciones culturales. Cada semana, una gran parte del pueblo cubano consume un nuevo producto cultural denominado “El Paquete”.

¿Quién puso el sugerente nombre? Pues, casi nadie lo sabe con certeza, pero...
la realidad demuestra que cada siete días se mueve por redes clandestinas aproximadamente un terabyte (más de 1000 GB) de películas, documentales, series, novelas, reality shows, etc. En su mayoría, estos productos comunicativos proceden de televisoras extranjeras.

¿Quién elabora “El Paquete” y cómo lo hace? Pues, si alguien tiene la respuesta, pocos la divulgan. Supongo que el “genio” sea alguien con acceso a televisión por cable o internet de banda ancha, pero en Cuba estos servicios prácticamente no existen.

Los audiovisuales ostentan una creciente popularidad y llama la atención este suceso, pues la gran parte de los materiales aportan poco al enriquecimiento intelectual del espectador. Proponen el cultivo de valores y formas de vida totalmente alejadas de la idiosincrasia de los habitantes de la Isla.

Frente a este panorama, la televisión y el cine cubanos compiten contra un rival fantasmal y escurridizo. Hasta ahora, el “Paquete” es indetenible e “imposible” de prohibir. Autoridades, directores y creadores del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) y el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), se enfrentan al reto de dirigir el consumo cultural por los cauces del buen gusto y la calidad estética.

La política cultural debe enfocarse en formar un destinatario inteligente, sagaz y capaz de discernir lo bueno y lo malo. ¿Cómo hacerlo? En primer lugar, abrir las puertas a la creación; gran ayuda puede entregar el movimiento de jóvenes creadores, pero requieren mayor espacio para proyectarse. También, en este propósito, resulta imprescindible desterrar el culto a la banalidad y la simplicidad y promover la identidad cultural de Cuba, el gusto por lo autóctono y lo mejor de los artistas nacionales; así como ampliar los sitios, plazas y recintos de interacción entre el pueblo y sus intelectuales.

Para cualquier público, el cine y la televisión cumplen la función de entretener y ofrecer espectáculo. Sin embargo, muchas veces las propuestas de factura nacional carecen de estas particularidades. Afortunadamente, la Era digital toca a la puerta y el número de canales debe aumentar (actualmente 5 frecuencias). La problemática radicará en llenar las parrillas de programación con opciones variadas que permitan diversidad y posibilidad de elección.

Cada receptor posee el derecho de escoger qué material audiovisual prefiere absorber, pero la audacia de los emisores conscientes está en procurar mejor selección y más calidad de los mensajes.

El duelo está planteado. Por lógica funcional saldrá un ganador. El mayor beneficiado del combate será, sin duda, el público espectador.

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