El Noticiero Nacional de Televisión cambió su set e
imagen, pero cualquier cubano o cubana que lo sintonice diariamente, verá una
demostración de logros, triunfos y sobrecumplimientos en la economía del país,
cuando la realidad exige todo lo contrario. Sin dudas, agendas bastante
alejadas de los intereses informativos del ciudadano común.
¿Quién construye la agenda? ¿Qué intereses defiende? Estas
son preguntas para reflexionar entre directivos, jefes de información, editores
y periodistas del Sistema informativo de la Televisión. En un país con
ideología socialista, donde el Estado, en representación del pueblo, controla los
medios de comunicación, el televidente se convierte en el verdadero
protagonista.
Un gran profesor me dijo un día, que el periodismo cubano
no dice mentiras, pero tampoco toda la verdad. Sin dudas tenía razón porque quién
cuestiona el desabastecimiento en los mercados, los elevados precios de los
alimentos, la corrupción administrativa, los bajos salarios, las polémicas
reformas de la Aduana, etc. Al parecer, solo el equipo de “Cuba Dice” tiene la
potestad para ello.
La destacada investigadora y profesora de la Facultad de
Comunicación de la Universidad de La Habana, Hilda Saladrigas, planteó en una
conferencia, la necesidad de que en Cuba el periodista deje de ser el relacionista
público de una empresa, ministerio o institución y se convierta en el auténtico
comunicador del pueblo. Lamentablemente, los Medios están llenos de estos
profesionales con grandes dosis de facilismo noticiario.
Los receptores del Noticiero buscan descubrir los
beneficios de la producción de langostas o de las nuevas inversiones en el turismo,
pero desafortunadamente pocas noticias satisfacen este deseo. En cambio, lo
alimentan con los rumores callejeros.
El presidente Raúl Castro reitera en varios discursos la
necesidad de afrontar los problemas de la sociedad con la crítica oportuna. Asimismo,
no son pocos los que entorpecen este ejercicio, pues resulta normal encontrar
dirigentes y directivos empresariales dispuestos a “comprar” el compromiso de
los reporteros, pero por encima de todo debe estar el débito para con la gente.
Cada año las universidades forman decenas de
periodistas con la hidalguía necesaria para cambiar el panorama, pero su choque
contra el mundo laboral los obliga a meterse en la corriente, pues el noble
empeño de los buenos reporteros enfrenta numerosos obstáculos para acceder a la
información. El reiterado secretismo, dificultades en la transportación o el “ahora
no te puedo atender” evidencian que la culpa se reparte por doquier.
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