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jueves, 15 de enero de 2015

Periodismo triunfalista en el Noticiero Nacional de Televisión



El Noticiero Nacional de Televisión cambió su set e imagen, pero cualquier cubano o cubana que lo sintonice diariamente, verá una demostración de logros, triunfos y sobrecumplimientos en la economía del país, cuando la realidad exige todo lo contrario. Sin dudas, agendas bastante alejadas de los intereses informativos del ciudadano común.

¿Quién construye la agenda? ¿Qué intereses defiende? Estas son preguntas para reflexionar entre directivos, jefes de información, editores y periodistas del Sistema informativo de la Televisión. En un país con ideología socialista, donde el Estado, en representación del pueblo, controla los medios de comunicación, el televidente se convierte en el verdadero protagonista.

Un gran profesor me dijo un día, que el periodismo cubano no dice mentiras, pero tampoco toda la verdad. Sin dudas tenía razón porque quién cuestiona el desabastecimiento en los mercados, los elevados precios de los alimentos, la corrupción administrativa, los bajos salarios, las polémicas reformas de la Aduana, etc. Al parecer, solo el equipo de “Cuba Dice” tiene la potestad para ello.

La destacada investigadora y profesora de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, Hilda Saladrigas, planteó en una conferencia, la necesidad de que en Cuba el periodista deje de ser el relacionista público de una empresa, ministerio o institución y se convierta en el auténtico comunicador del pueblo. Lamentablemente, los Medios están llenos de estos profesionales con grandes dosis de facilismo noticiario.

Los receptores del Noticiero buscan descubrir los beneficios de la producción de langostas o de las nuevas inversiones en el turismo, pero desafortunadamente pocas noticias satisfacen este deseo. En cambio, lo alimentan con los rumores callejeros.

El presidente Raúl Castro reitera en varios discursos la necesidad de afrontar los problemas de la sociedad con la crítica oportuna. Asimismo, no son pocos los que entorpecen este ejercicio, pues resulta normal encontrar dirigentes y directivos empresariales dispuestos a “comprar” el compromiso de los reporteros, pero por encima de todo debe estar el débito para con la gente.

Cada año las universidades forman decenas de periodistas con la hidalguía necesaria para cambiar el panorama, pero su choque contra el mundo laboral los obliga a meterse en la corriente, pues el noble empeño de los buenos reporteros enfrenta numerosos obstáculos para acceder a la información. El reiterado secretismo, dificultades en la transportación o el “ahora no te puedo atender” evidencian que la culpa se reparte por doquier.

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